miércoles, 19 de enero de 2011

Carta abierta a una amiga que ya no está.

No sé si Alf o Paula lean esto, pero voy a pedirles permiso igual.


Alf, tu pena es abrumadoramente mayor que la mía, tu pérdida es abismalmente mayor que la mía. Mi pena es tan pequeñita en comparación que se siente egoísta sólo por existir y por tratar de aparecer.


Paula, tu pena es menor que la de Alf, pero igual la siento mayor que la mía. Hoy, les pido a ambas penas que le den permiso a la mía de salir a la superficie en su presencia. Espero se lo concedan.



Amiga Sandy,



Hoy se cumple un mes desde la última vez que nos vimos.

Jamás se nos ocurrió que esa vez sería nuestra despedida.

Triste consuelo es que la última vez que nos vimos lo hicimos todos juntos, en nuestra extraña tradición sacada, como todas nuestras tradiciones, de una loca idea que creció mucho. Por un momento pensé que ese año no la íbamos a hacer. Por suerte, me equivoqué y la realizamos.

Triste consuelo, pero consuelo al fin y al cabo, que la última vez que nos vimos, conversamos, estábamos contentos y teníamos alegría en nuestros corazones. Rara vez nos enojamos, creo que no habría soportado que la última vez que nos despedimos fuera enojados.

A la noche siguiente, Alf me llamó pidiendo que fuera a su casa. Era tarde, pero eso sólo me indicó que debía estar allá. Me vestí y partí a ver en que podía ayudarlo. Nunca imaginé que era para contarme que tuviste un accidente fatal.

Te escribo para decirte que te extraño, sólo cuando estabas de viaje pasaba más de un mes sin verte. Incluso cuando yo estuve en el Norte, nos veíamos cuando me escapaba a Stgo. Mucho menos tiempo pasaba sin saber de ti, ya fuese por correo o algún otro medio de comunicación. Son muchos años desde que somos amigos, me cuesta recordar los tiempos antes de que estuvieses con nosotros, Sandy.

Fuiste la Lulu de nuestro Club de Toby. Única mujer entre un grupo de hombres, algunas veces barbones, la mayoría del tiempo panzones. De a poco aparecieron más compañeras, yo llevé varias al Casting, pero ninguna quedó. Espero que la última Anita que estuvo conmigo se quede, creo que era la que más te gustó.

Tu partida nos golpeo en el alma, lo que no es difícil de creer, teniendo en cuenta que eras uno de los centros en nuestras reuniones y juntas. Durante un tiempo, yo fui quien convocaba nuestras reuniones y llevaba el pan y el vino a nuestras reuniones. Era fácil, sabiendo que estarías allí para hacer que ese pan fuese sabroso. Muchas gracias por eso.

Recuerdo cuando me retaste porque hice una reunión y no te invité. Era para ver animé, que nunca te interesó mucho. Olvidé que lo que te interesaba era estar con nosotros. Te pido disculpas otra vez, ya no podré invitarte más, aunque no por eso dejarás de estar entre nosotros.

Nos dejaste solos, nos sentimos solos. Estamos todos tus pollos juntos pero igual se siente extraño estar sin ti, mamá gallina. Algunos de los pollos hemos tratado de crecer rápidamente para tratar de darles algo de calor al grupo, a ver si entre tanto pollo grande logramos hacer el calor de mamá. Hay un par que se me escapan, que mis alas no llegan. Espero que me comprendas, tengo el firme propósito de crecer para volver a tenerlos cerca y calentitos lo antes posible. Por el momento, sólo puedo mirarlos de vez en cuando y esperar que otro pollo los acoja.

He escuchado que en nuestro bosque, yo soy el roble. Árbol grande, viejo, de madera dura que protege al resto de la lluvia y el clima. Tú eras nuestro arroyo, del cual sacábamos cariñosos nutrientes para nuestra alegría. Desde que ya no estás, he tenido que estirar mis raíces hacia otras fuentes de agua, obteniendo pequeños sorbos para no secarme y tratar de no quitarle la poco agua que aún queda a mis hermanas plantas cercanas. No quiero reemplazarte y buscarme otro bosque, aún estoy pensando como lo arreglaré, pero no te preocupes, le encontraré una solución a esto.

Me voy a despedir, pero tengo el problema de ver cómo te llegará esta carta. Podría enviarla a tu correo, pero eso es sólo hará que Alf quizás la lea. Es por eso que pensé en hacer algo similar a lo que hicieron mis raíces. La estoy escribiendo como una carta pública, para que muchas de las pequeñas Sandritas que dejaste en el corazón de los que te conocimos y amamos la lean. Es lo que nos dejaste, amiga. Un montón de Sandritas, de recuerdos, de alegrías y tristezas. Es lo que tenemos de ti hoy, es lo que no queremos perder.

Eras una mujer alegre. Extrañamos esa alegría. No ayer, no hoy y quizás no mañana. Pero espero que un día podamos juntarnos y mencionar tu nombre sin llenarnos de pena. Brindo por ese día, brindo por ti, querida amiga.